lunes, 5 de mayo de 2008

Dance, B-boy, dance


B-boy en la 34, NYC, 2008

El Bboying en la 34 es para recaudar unos dólares, es turístico, comercial, ameno. El breaking que queda es sólo una reminiscencia vaga de lo que fue: un baile en duelo entre bandas, una competición para solucionar disputas, una especie de diversión entre la violencia de los años 80 en Nueva York.
Pero la violencia no ha desaparecido en esta ciudad, al contrario: la violencia existe y es más despiadada: las machetadas (peleas encarnizadas con machetes), los tiros en la pierna por una disputa después de clase o la palizas brutales entre gangeros siguen siendo habituales e, incluso, más encarnizadas de lo que eran. Es lo mismo que antes pero sin guardar ninguna norma de cortesía, nada de respeto y todo lo sucio vale; es aún más sanguinario todo. Esto lo saben los más viejos de los barrios del Bronx y algunas partes de Brooklyn.
La diferencia, con las décadas anteriores, de cara al público, al turismo, a la televisión, es que ahora todo se ha estandarizado. A la violencia en Nueva York la estandarizó y maquilló el alcalde Julianni; sacó los delitos de los patios de los colegios a las puertas de los colegios, para que cesase el índice de criminalidad en los centros educativos, y borró los graffitis del metro para que pareciese que los graffiteros habían desaparecido.
Las bandas ya no bailan, las bandas ya no llegan a las manos ni a los pies. Ahora, a la mínima, desenfundan. Pero todo se encubre bajo el juego de las estadísticas y los planes sociales estatales. Estamos en 2008, brother, el que no fuma ni mata es porque ya ha fumao y ha matao, canta C. , un ganguero que pertenece a los Latin Kings, mientras me enseña la cicatriz que le dejó la herida de bala en el tobillo tras una disputa en una cancha de Basket en el Bronx.
La mayoría de los turistas que vienen desde Europa no salen de Manhattan, pasan por la 34 y le echan unos dólares a los chicos de color que bailan, les hacen unas fotos y para enseñarselas a la familia y a los colegas.
No es llevar los baggy pants, es llevar la manopla (puño americano) para dar, y si te dan matar, sigue cantando C., y señala a lo lejos a dos chicos negros enormes que llevan un pañuelo rojo colgando del bolsillo trasero del pantalón; esos son los Bloods, los que te decía, son siempre morenos (termino que utilizan para referirse a los jóvenes de raza negra), con esos no nos llevamos mal, hay respeto, pero que no relajen... C. se pone serio y se lleva la mano al collar negro y amarillo que le cuelga del cuello, se lo coloca con suavidad por encima de la camiseta. Si le arrancas el collar a un Latin King tienes problemas, peligra tu vida. No es una broma.

domingo, 4 de mayo de 2008

De Niños a putas en la 14


Graffiti hombre B&N, Alfabet City, NYC, 2008

Los acontecimientos se desarrollan un sábado por la tarde en Union Square, justo a lado de la boca de metro de la calle 14; la salida que da a las puertas del gran Whole Food Markek. Dentro del supermercado venden comida orgánica y otros bulos alimenticios y fuera, carne manida, dañada y experta; carne de alquiler. Llega un hombrecillo de unos cincuenta años, con el pelo rubio y desaliñado, no mide más de un metro y sesenta, le cuelgan dos largos brazos como toboganes afilados que se mueven lentos y con la precisión de dos guadañas. Se para y mira fijamente a un man dominicano fortachón que siempre está allí como esperando a alguien, fumando cigarrillos sin cesar y moviendo los pies al ritmo de un extraña sinfonía maldita que nace de sus auriculares color fucsia. Cuando las miradas del rubio enclenque y del man dominicano se cruzan, nace una conversación de gestos y mensajes en clave que terminan en un apretón de manos y varios billetes de cincuenta entre sus palmas; el hombrecillo los entrega y el man se los lleva. Aparece, como por arte de magia, un chico rubio anoréxico que tiene los dientes podridos y la cara llena de cicatrices; nada sonríe en el rostro del adolescente, demacrado y gris, en el que se pueden leer ya, a pesar de su corta edad, más de mil batallas perdidas. El man se guarda los billetes en el bolsillo de su chaqueta y se enciende otro cigarrillo.

Al cabo de media hora vuelve el hombrecillo. Lleva una cámara de fotos con objetivo gran agular, colgada del cuello. Ahora calza unas botas de agua verdes, salpicadas de barro y pintura o sangre. Vuelve a estrechar la mano al man dominicano. Esta vez, y de nuevo, como por arte de magia, aparece una chica muy alta y muy delgada, con una larga melena rubia y que esconde su dulce y afilado rostro tras unas grandes gafas Channel con montura dorada y cristales oscuros como la muerte. El hombrecillo actúa con presura. Camina rápido, le sigue la chica rubia con cuerpo de modelo de pasarela, se cogen de la mano y él aviva el ritmo. La singular pareja se mueve con prisa sorteando a los muchos viandantes que a esa hora de la tarde se entrecruzan y se chocan los unos con los otros, por las prisas y la desorientación que reina en esta gran ciudad de calles paralelas y perpendiculares tan rectas que resulta incomprensible que generen tanta confusión. Al llegar a un semáforo en rojo se detienen, la chica se agacha para besarle en la mejilla y él no se inmuta. Dejan de pasar coches y él tira fuerte del brazo de la chica. Un coche tiene que frenar para evitar atropellarlos. Andan unos siete bloques y giran hacia Down Twon. Se detienen en el primer edificio de A Avenue. El hombrecillo saca unas llaves y las agita nervioso buscando la que corresponde a la cerradura de una puerta de metal llena de pegatinas y decorada con pintadas de graffitis y brochazos violentos. Es uno de los muchos apartamentos diminutos de Alfabet City. En la calle de enfrente hay un banco de madera. Me quedo allí sentado un buen rato y me lío un cigarrillo. En el tercer piso hay una ventana abierta de la que sale una luz tenue y, de vez en cuando, destella la luz del flash de una cámara de fotos. Se me pasan millones de cosas macabras por la cabeza que me llegan a aturdir: serruchos, mordazas, cadenas y grilletes. Al final, me tranquilizo pensando en algo más vulgar: en flashes, carretes, negativos y grandes angulares; en algo más práctico y coloquial: qué intentará hacer ese pobre hombrecillo con un gran angular en un cuarto tan pequeño.

Alguien cierra la ventana, y se apagan las luces. Suena mi móvil y, antes de responder, me doy cuenta de que yo estaba en la catorce porque había quedado con J.M., que es fotógrafo y vivió unos años en Alfabet City. Vuelvo hacia Union Square y pienso en la chica rubia, en el adolescente flacucho, en si el man seguirá allí parado… y que, quizás, J.M. me puede aclarar algo sobre lo del gran angular en esa pequeña habitación .


sábado, 3 de mayo de 2008

De gira en Línea L


BSO, Línea L, NYC, 2008

El talento muy pocas veces está unido al éxito. Están de gira en el metro de NY, a lo largo de Línea L. No logro comprender cómo músicos con tanta fuerza, con tanto talento, están en el anonimato.

jueves, 1 de mayo de 2008

Uno de Mayo


Graffiti Obama, Brooklyn, 2008

Hoy estoy trabajando. Creo que es el primer uno de Mayo de toda mi vida que trabajo. También es el primer uno de Mayo de toda mi vida que vivo en Estados Unidos. Tampoco he hecho mucho hoy. A media mañana he salido a liarme un cigarro a la puerta trasera del bloque que da a Prince Street. Allí estaba V., el Super, con su barriga al sol.
En Estados unidos todos los buildings tienen un Superintendente: el Super; la mayoría son de origen puertoriqueño, dominicano o de algún país de la Europa del éste, y son los responsables del mantenimiento del edificio y se pasan el día haciéndole la rosca a los propietarios de los apartamentos para sacar alguna propina y un buen aguinaldo en navidad.
V. me dice: No, ni lo sueñes brother, el Primero de Mayo es un invento comunista. Están por todas partes, esos rojos nos quieren esclavizar, se quieren llevar a nuestras mujeres y educar a nuestros hijos en fábricas en Alaska.
V. va a votar a Mc Cain, porque es el único que seguirá llevando a América por la línea recta, y cree que Obama es un loco revolucionario y puede que un poco comunista.

miércoles, 30 de abril de 2008

Juliette Cafe Bar


Juliette Restaurant, Williamsburg, NYC 2008

Eres carne de cañón para mis obsesiones de madrugada, te visto y te desvisto una y otra vez y me duermo abrazado a tu recuerdo. Fumas porros y apagas cigarrillos en la penumbra de mi habitación con la dulzura de una actriz francesa de los años 60, pero tu cuerpo desata el mismo miedo que trae un huracán.

No lo aguantaba más. Me he tomado una de esas pastillas amarillas que me vendió el Doctor Chekov. Me siento superhéroe, y ahora quiero ser Clark Kent y hacerte el amor sobre la cornisa de uno de esos rascacielos de Manhattan que se vuelven verdes color cómic cuando los iluminan por las noches. Te espero por aquí. Te invitaré a cenar, te llevaré a bailar, te enseñaré la ciudad y, si te portas bien, te enseñaré donde está el Juliette Cafe Bar.

Amanece nublado otra vez, no recuerdo a qué hora llegué ayer.

Ya he extendido el cheque para pagar la renta. Es final de mes y no sé nada de ti.




lunes, 28 de abril de 2008

Williamsburg Bridge


Sobre el puente de Williamburg, 2008, NYC
Al cabo de unos minutos me veo sumergido en medio de un incesante y atronador ruido procedente de los coches, de los trenes y de ese eco infinito que retumba siempre en Nueva York y que no se sabe de dónde cojones procede; miro hacia Manhattan, me vuelvo, miro hacia Broklyn, estoy a medio camino y se desata en mí una especie de claustrofobia. Cae el sol y un brillo especial cubre las grandes estructuras metálicas bajo las que se vive un desfile surreal: procesiones de bicicletas gigantescas y familias de judíos ortodoxos se cruzan y entremezclan con skaters disfrazados de animales salvajes y hipsters de Williamsburg que regresan de Manhattan; la presencia de unos resulta casi invisible para los demás, todos ellos van y vienen, sin prestarse atención, por un estrecho camino decorado con graffitis. Un hombre tísico y desarrapado se mira a un espejo, se para a mi lado y me dice: Look in the mirror, It’s you, después lo gira hacia él: It’s me. Sigue caminando.
Al final del puente hay una pequeña plaza dividida en dos: a un lado los hipsters treintañeros juegan con sus monopatines, al otro lado, jóvenes de color, con los puños enfundados en grandes guantes negros boxean, gritan y apuestan.
El puente de Williamsburg cumple a la perfección con los tres requisitos de todas las obras y fechorías de los Estados Unidos de América: es ruidoso, grande e incompleto. Cruzarlo es toda una odisea.

domingo, 27 de abril de 2008

Equivale a 0,58


Lata de cerveza Pabst Blue Ribbon, NYC, 2008

Siempre me ha costado superar todas mis adicciones, esta no va a ser menos. Posiblemente, posiblemente...

sábado, 26 de abril de 2008

El dedo acusador


Parecidos razonables, Azmérica, S XXI

Cuando trabajaba como teleoperador mi frase favorita, y que repetía una y otra vez, era: estamos... trabajando... en ello; yo la pronunciaba con ritmo pausado, con un acento hispano-tejano o pseudocaliforniano, como imitando a un presidente del gobierno con parálisis labial, frontal y occipital. La mayoría de los usuarios de los servicios de internet de la compañía para la que trabajaba, me llamaban molestos y malhumorados, pero terminaban convencidos de que estábamos trabajando en algo y que, tarde o temprano, les solucionaría algún problema.

Mientras Obama y la Clinton se pelean, los responsables de marketing y restauración de muebles antiguos del partido republicano han contactado con los responsables de hinchar y deshinchar al muñeco que personalizaba a Juan Pablo Segundo, cuando se paseaba entre los fieles al aíre libre, y los que manejaban su marioneta de cartón piedra en sus apariciones en la Plaza del Vaticano. Al cadáver del papa le mantuvieron ambulante más de un año; ahora el reto es mayor: logran que la estampa de Mc Caín, se mantenga errática cuatro años de gobierno, las encuestan le dan ganador. En Estados Unidos hasta una marioneta puede vencer en las elecciones a un negro o a una mujer.

El dedo acusador gusta, y los políticos lo saben. El dedo acusador de los políticos tiene toda la fuerza y arrogancia que un estúpido necesita para sentirse tranquilo votando a un partido de derechas, el dedo acusador es un símbolo de poder en el que se reflejan las esperanzas de muchos incautos depositando la confianza en un voz que dice: estamos... trabajando... en ello.

lunes, 21 de abril de 2008

Diálogo con los patos de Williamsburg


Los patos de Williamsburg, Brooklyn, 2008.

Yo. -A Midsummer Night's Sex Comedy es mi película favorita de Woody Allen
; no es la mejor, ni la que más me gusta, pero es mi favorita.
Los Patos. -
(repiten varias veces, pero no al unísono) A nosotros nos gusta Manhattan, nos gusta Manhatta, Manhatan, Manhatan...
Yo. -
¿Os acordáis, patos, cuando el doctor intenta suicidarse con el revolver que Woody Allen guardaba en su taller de los inventos? ¡Qué ridículo! El amor no correspondido que te hace sufrir hasta límites insospechados.
Los Patos. -
(al unísono) No es el amor, lo que te hace sufrir no es más que una obsesión.
Yo. -
Entonces, qué debo hacer, tirarme a jóvenes inocentes enfermeras o escribir sonetos y pajearme o inventar máquinas para volar...
Los Patos. -
déjate de hostias y líate un buen porro.
Yo. -
Amigos patos, la primavera ha llegado a todos los rincones: cambia el tiempo, cambia el humor, cambia el ocio, cambia el vicio, cambia el cielo de color...

SILENCIO (guardamos silencio los Patos y yo, el río sigue rugiendo). Cambia casi todo al llegar la primavera, pero todo sigue siendo triste para los patos de Williamsburg; para ellos todo sigue igual: anclados en el tiempo se pasean abobados tras la verja que da al río, que da al ruido, que da al veneno y al mal olor.

Yo. -Amigos patos, ese río es el sumidero; yo lo he cruzado.
Uno de los Patos. -!y con el calor huele peor!
Yo. -Amigos patos: la verja os mantiene unidos y sitiados, pero mejor que no sepáis que pasa al otro lado.
Los Patos. -Cuac, cuac, cuac...

domingo, 6 de abril de 2008

Mis Dobles


The Teenage Prayers, Spike Hill, NYC, 2008

¡Tenemos un amigo clavado a ti! Joder, no me lo puedo creer, cuando estabas haciendo las fotos creíamos que eras él. Tío, tenéis la misma cara.

Ya es definitivo. Hay alguien en Nueva York que se parece a mí; o, más que parecerse a mí, es alguien idéntico. No es la primera vez que me lo dicen. Es íntimo amigo del bajista de los Teenege Prayers y cuando él va sus conciertos yo no estoy, y viceversa.

sábado, 5 de abril de 2008

Primavera


Playa de Williamsburg, Brooklyn, 2008.

¡Oh, la primavera! Ya ha llegado sana y salva desde el mar, sorteando balas y sirenas de camiones de bomberos, ha llegado hasta el Bronx. La primavera se ha instalado también a este lado del río, el asfalto duerme al raso y cantan los gallos de Brooklyn; qué contento estoy. Salen las bestias al sol; hoy he visto un gato tan grande que se podría comer a un hombre, o follarse a Margarita. Ya puedo pasear por la quinta avenida; caminando a través de la felicidad que supuran esos cuerpos faltos de alma y culpa, cuerpos tensos en el ejercicio de la compra sin cesar de bolsos de diseño manufacturados por pequeñas falanges asiáticas, cosméticos de esperma de ballena, lencería mutilada, etc. La primavera llega a Manhattan para los turistas elitistas: ¡Me muero, me muero Enriqueta: de shopping hasta Downtown! Me lo paso teta, Enriqueta.

La primavera llega a mí: estoy preparado para abrir el corazón a la generosidad, para dar limosna a los cantautores del metro y limpiar mi conciencia, y para acoger a vagabundos y prostituyas en mi casa, y que no se los coman las ratas mientras duermen bajo el puente de Brooklyn.

viernes, 4 de abril de 2008

Bicicletas Hipster



Tú, mujer de cuarenta y tantos, que rayas la menopausia, pero mujer emprendedora, que con tus gafas de pasta no te para nadie. Madre de familia moderna con hijo en monopatín. Mujer culta, que te has leído a Kerouac. Te mereces una bicicleta bicuadro. Quién te priva a ti de una bicicleta gigantesca, más incómoda que una tele sin mando, pero: ¿quién te tose a ti? ¿Dime, quién?

domingo, 30 de marzo de 2008

Autopsia


Zapatillas Nocilla dream, Brooklyn, 2008
Te puedes sentir muy solo después de salir del cine a la 2 de la mañana. Pero contento. Eraserhead (1977), un niño indeseado, prematuro y monstruoso que aparece en tu vida, una familia que no deseas que se mete en tu vida, un final trágico para tu cabeza: goma de borrar. El blanco y negro tan expresivo como el brotar de la sangre fresca. Puro tocomocho (es la traducción libre que hago del Neoyorkino al español), dice un viejo verde; pues vete de putas si no te gusta David Lynch, piensas, ¿para qué vienes, para hacernos dudar?

Muy solo, pero contento. ¡Qué cojones! es Nueva York, son las 2 de la mañana, y no hace frío. Te sientes rico: tomas un taxi. Que le jodan al metro, es para la muchedumbre mal oliente, piensas mientras cruzas el puente de Brooklyn y miras por la ventanilla del taxi amarillo conducido por un paquistaní que cuenta dólares mientras conduce. Las luces te parecen maravillosas. Te vienen al la cabeza todos esos ídolos que han podido ver esto antes: Chaplin, Henry Miller, Pedro Erquicia… Le dejas al taxista dos dólares (y no te quejes, piensas, que hoy no te he vomitado dentro ni te he quitado las llaves para tirártelas al mar). Te sientes satisfecho; por eso te vas a tomar una rápida a tu bar preferido en Bedford Ave., hipsterlandia, y terminas suplicando a la camarera que se case contigo, porque no eres como los demás hipsters, porque eres el fotógrafo de las estrellas, porque la adoras y admiras cómo tira las cañas (con espuma, que no es común en Nueva York) y la ofreces un laísmo perenne y un futuro maravilloso: porque no va a tener que conocer nunca a una suegra gorda, porque dormirá siempre con un poeta maldito dispuesto a estar escribiendo con sus manos miles de poemas por todo su cuerpo toda la vida (como Andy y Lucas) y que no tendrá ningún escrúpulo a la hora de usar viagra.

Al final la camarera resultó ser polaca, no de Massachuset, como la habías imaginado. Sacas a relucir una de tus teorías, esta vez sobre la gran comunidad Neoyorquina de polacos flipados con Juan Pablo Segundo ("te quiere todo el mundo", oh yeah!): todos tienen una visión maniquea muy peculiar a la hora de juzgar todo: distinguen entre cosas buenas, las que dan dinero, y cosas malas, las que no lo dan o no dan lo suficiente.

Un cigarrillo juntos (con la polaca liberal-creyente): eres el tío más gracioso que me he encontrado en mucho tiempo, después de mi marido, dice la polaca católica camarera de un bar de Brooklyn en territorio hipster, deberías estar en la tele. Y tú en la cama, piensas. Es hora de irse a casa, en el G train, que es como Godot.

sábado, 29 de marzo de 2008

Fotógrafo del cielo


M.A. Lemons B&W, Brooklyn, 2008

En este momento de mi vida me encuentro a caballo entre ser un fotógrafo de superstars venidas a menos (es el caso de Cowboy Rogers, ya hablaré de él) y un psicópata obsesionado con cantautoras de potencial éxito comercial.

No había casi nadie en la sala. Era un lugar oscuro, apenas estaba iluminado el escenario y la esquina donde se colocaba el técnico de sonido: un adolescente con cara de listillo que tenía pinta de chapero; pedía a todo los que entraban a la sala un dólar como aguinaldo. Pedía sin vergüenza. Me pidió. Eché un dólar y pensé: ¿por otros cinco me la chuparías en el baño, verdad? En la oscuridad se vislumbraba a un negro boquiabierto desdentado que guardaba su bajo en la funda; me había perdido su actuación. Una señora voluminosa con gafas de channel entraba a la sala oscura y tropezaba y caía delante de mí. Todo parecía el escenario oportuno para para que naciese la letra de una canción del Señor chinarro en Nueva York.

Empezó a tocar Michelle, amiga de M., que me había invitado, sin apenas conocerme ni saber de mi psicopatía, a su siguiente concierto, para que le hiciese unas fotos. Ella me sonreía, me dedicó la segunda canción: oh, Mr. Cameraman, you're so sweet, I like your jacket, y le salió un clic de entre sus labios mientras me apuntaba con su dedo índice. Fue un clic tan sensual que me enamoré.

Pero acabó la tercera canción y nuestro amor se derramó por el suelo; Michelle saludó a su suegra, que era la señora gorda que se había sentado al lado de una mesita, al borde del escenario. Esa misma señora que cuando llegó a la sala oscura, donde iba a actuar su futura nuera, tropezó con el escalón de la entrada y calló sin avisar a mis pies; sus manos intentaron agarrarse a mis débiles brazos pero resbalaron. Mis manos, que sostenían mi cámara, no pudieron hacer nada, más que intentar levantarla más tarde. Yo soy un poco débil, sí, pero una grúa haría falta, señora, pensé, yo solo no puedo con usted.

Después le dedicó una canción a su novio, el chico rubio que estaba al lado de la gran suegra. Me fui a tomar una cerveza. No me podía creer que una tía con tanto glamour tuviese un novio surfero, con ese peinado californiano de gayo loco, con esa pinta de tonto, tan tonto que lleva a su madre al concierto. Un tremendo odio se apoderó de mi: pero es que no te das cuenta, Niñato de mierda, que estos conciertos son para hipsters, para fumadores de petas herederos de la generación perdida de escritores americanos de los 50, para fotógrafos cool, como yo. Y yo he venido a hacer fotos a tu novia, no ha levantar a tu madre del suelo, que se ha caído como un saco de patatas.

Seguí haciendo fotos pero ya no podía pensar en ella de la misma forma, tenía allí a la mitad de su futura familia. Perdí la concentración, sólo pasaban estupideces por mi cabeza: A ti, Michelle, te gusta mi chaqueta, pensé; su composición es mayoría poliéster, que es lo que ha hecho que a tu suegra le resbalasen las manos cuando intentaba agarrarse a mí. El poliéster, pensé, ¡qué tejido! que me ha salvado la vida. Ya estaba borracho.

La siguiente banda era de Texas, sonido country. Al acabar la primera canción, el que tocaba el bajo se dirigió a mi: Hey! Camera Man! Take some pictures. Send to our mail. Appreciate. Eres muy feo, pienso, y como no me invites a una cerveza después te va a enviar las fotos tu madre, que no viene porque debió tropezar de verdad hace tiempo.

5.25 a.m. volvía a casa, había conocido a mucha gente; a todos ellos les olvidaría al día siguiente. Cuando iba a coger el metro me sentí parte de la muchedumbre maloliente nocturna; yo, como todos ellos, apestaba a alcohol. En la plataforma derecha (tren hacia Manhattan) un hombre, al que le falta la pierna derecha, tocaba la guitarra sentado en su silla de ruedas; le acompañaba un batería rubio lánguido como un galgo (posiblemente yonky de heroína). Tocaban hardcore, les di mis últimos dos dólares. Non serán suficientes para pagar su estampa, pero ayudan.

Michelle, ya no te quiero.

domingo, 16 de marzo de 2008

Williamsburg, Lee y la princesa japonesa


Graffiti pared de Bagel Shop, Bedford Ave, Brooklyn 2008

Cuando bajas en Bedford Station has de estar preparado para entrar en Williamsburg; emerge ese sentimiento extraño de yo ya he estado aquí en mis fantasías adolescentes o esto es un Old Street londinense modificado genéticamente.

Apareció Lee, a las cinco y cuarto, puntual, y me dio el preámbulo a las instrucciones para disfrutar allí: el decálogo perfecto para una modernidad perenne se resume en un solo mandamiento que no tiene un enunciado concreto, porque aquí no hay filósofos ni artistas verdaderos, no somos capaces de hacer nada verdadero, no somos capaces de concretar; todo es pose, por eso se me ocurre, por ejemplo: ser lo suficientemente ñoño y arti para juntar tus desgracias y hacerlas POP; así no te pasará nada, te podrá atropellar un coche y sólo sufrirás el mismo dolor que un rugido de trompeta en tu tímpano derecho, quedando indemne el izquierdo. No entendí lo que me quería decir Lee, me dio igual, sugerí tomar una cerveza.

Los testículos, que bailan libres dentro del escroto, necesitan estar a una temperatura más fría que la temperatura dentro del cuerpo, esto ayuda a que los testículos fabriquen esperma. Los skinny jeans apretaban la polla y el escroto de Lee impidiendo el albedrío libre de su miembro y la posible fabricación de engendros. Pero Lee no iba a tener hijos, ellos no pueden concebir. Su mirada se dirigió a un cowboy mulato que entraba en una taberna irlandesa.

Entramos en la taberna, detrás del culo del cowboy. Allí, un hispano rapeaba al ritmo que marcaba un Macquintos plateado que descansaba en un taburete de madera carcomido; un sonido enlatado y previsible se mezclaba con un olor rancio a madera vieja y alcohol. Las rimas eran fáciles y profundas: me venden humo, me dan publicidad, no dicen la verdad.

Lee me miró buscando mi complicidad y lanzó sus ojos hacia los muslos de una japonesa gorda, emperifollada con ropas renacentistas que dejaban sus muslos al aire. Lee me contó que desde que su vida sexual empezó, con doce años, ya había completado el circulo natural varias veces, ahora sólo le atraían estampas exóticas o bizarras, y una japonesa gorda no se veía a menudo.

Me pedí la tercera cerveza. Empezaba a estar un poco borracho. Volví a mirar a la japonesa retro. Lee se fue al baño y ella le siguió. De súbito me venían imágenes en flash a la cabeza, una gran masa de carne cubría a Lee y le asfixiaba y le absorbía. Me los imaginé follando y decidí que era una perversión imposible. Pasó el cowboy negro por delante de mí, también se dirigió al baño. Pasaban los minutos y Lee no volvía. Ninguno de los tres volvía. Pedí otra cerveza.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Apocalypse Now

Llevo poco más de tres meses viviendo en este país, pero es un tiempo suficiente para poder pronosticar (y temer) que el próximo presidente de los Estados Unidos no será un negro ni una mujer; tiene todas las papeletas un viejo loco que pasó cinco años en un campo de concentración vietnamita, que no cree en la evolución de las especies, y sí en Adán y Eva o, en todo, en ese rollo creacionista.

El dedo acusador, América, S XXI

Y si Coppola se atreve con la secuela no le va a faltar material para una comedia o para un drama, o para una tragicomedia basada en hechos reales: la madre del soldado candidato a la presidencia, a pesar de tanta guerra, se muestra como un espíritu libre y soñador (recientemente fue detenida a sus 95 años cuando surcaba las carreteras estadounidenses a más de 180 Km/h en su bólido); el hijo, atormentado por su pasado, sólo desea alcanzar la presidencia del país más agresivo del mundo que le daría la posibilidad de descargar esa ira contenida todos estos años por no haber podido mover con soltura el brazo derecho (¡con lo que a él le gustan las armas y apretar el gatillo!), desde que una bayoneta se lo malograra en la guerra de Vietnam. Yo le añadiría un trasfondo bíblico moderno con plagas inflacionistas e hipotecarias, drogas de diseño y música de discoteca como banda sonora , bakalao a toda pastilla. Una vez más la ficción se confundiría con la realidad.
Y fue Caín quien mató a Abel…

sábado, 1 de marzo de 2008

Luzca Bien



Publicidad en el metro Nueva York: LUZCA BIEN/SIENTASE BIEN, para hombres, mujeres y niños (para todos); está recomendado por: "doctores. 65 países" (que no es moco de pavo). Puedes llamar a Juan, con toda confianza.

viernes, 22 de febrero de 2008

Black bags shoes


Untitled, NYC, 2008

En los pequeños comercios dominicanos de Brooklyn te ponen la compra en unas bolsas negras, opacas, ásperas, que le dan un carácter un tanto misterioso, un poco mafioso, a la leche, las salchichas, las chocolatinas o el tabaco que has comprado; nada más salir de la tienda sientes que esa bolsa negra adquiere un misterioso espíritu de kit de supervivencia.

Hoy ha nevado en Nueva York. Cuando me desperté sentí esa especie de calma que sólo siento cuando nieva; me pasaba de pequeño, en mi pueblo nevaba dos o tres veces al año solamente y puede que por eso se me haya quedado gravada esa sensación de paz como algo especial. Me preparé un café antes de mirar por la ventana, porque sabía que había nevado y quería verlo todo con emoción, con el subidón del café, y no medio dormido y atontado.

En efecto, había nevado. Y mucho. La última vez que nevó me empapé las botas; no hay mucho trayecto desde mi casa hasta el subway, pero son unas botas de piel de esas que compran los abuelos en los pueblos de Castilla por quince o veinte euros (dependiendo de si llevan borreguillo por dentro, las mías lo tienen), que tienen un aspecto exclusivo, porque ningún par se parece a otro ni en color ni en forma, pero que no evitan que el agua te empape los calcetines, al contrario: absorben como esponjas.

Dejé mi taza de café vacía y al instante surgió esa vorágine creativa que me da el Maxwell House Colombian Supreme Coofee –good to the las drop!- que concentró todo mi ingenio en las bolsas negras que acumulo en un cajón: esas minifundas cubre cadáveres que cobijan alimentos iban a impermeabilizar mis botas caminando sobre la nieva.

Salí a la calle y mi vecino puertorriqueño, serio y concentrado, ya estaba quitando la nieve de su puerta, movía la pala con ritmo uniforme y acelerado hasta que se topó con mis bolsas negras y paró; así no se te van a constipar los dátiles primo, je, je, me dijo, y ahí le dejé riéndose; mis bolsas le cambiaron la cara. Al llegar al metro me iba a quitar las bolsas, pero pensé: son veinte minutos de trayecto y luego me las voy a tener que volver a poner. Ya en la plataforma, me miraba todo el mundo, miraban con ojos curiosos y se reían. Mi aspecto era ridículo (creo que ya lo es de por sí, sin bolsas en los pies, pero las bolsas lo magnificaban); una niña le decía a su madre algo así como: mira lo que se ha puesto ese chico en los pies, está loco, parece un poco estúpido, y se reía con descaro; un obrero de la construcción, de esos obreros intolerantes y machotes que llevan los pantalones manchados de pintura y unas botas con puntera de acero para proteger sus dedos o para romper cabezas, me miraba con desprecio, pero también a él le nació una sonrisa en su cara de simio hormonado; un agente de los del corrillo de policías que se forma todos los días a las 8 en la plataforma del metro de Canal St. también se percató (y es que están a lo que no tienen que estar), y no tardó en contárselo a los demás maderos para que se mofasen de mis bolsas de forma socarrona y descarada, y me puse contento por haberles hecho pasar un rato divertido, satisfactorio y agradable, como se sienten después de comerse una de esas bagles con queso cada mañana o después de apalear a algún afroamericano en el Bronx algunas noches. Pero lo más simpático sucedió caminando por Manhattan, en Prince St, cuando una señora se me acercó y me indicó dónde había una tienda en la que vendían, entre otras cosas, desodorante, champú y botas para la nieve por 15$; no tengo el pelo sucio, ni me huele el sobaco, le dije, y estas bolsas negras son muy resistentes e impermeables, todavía no ha me ha entrado ni una gota de agua y hacen reír a la gente, sólo por eso las pienso llevar todo el día. A la señora le pareció bien mi justificación, pero me aconsejó que, si estaba haciendo el día más agradable a toda esa gente, les pidiese dinero. Y es que esto es Nueva York, aquí todo se hace por dinero.

jueves, 21 de febrero de 2008

Cumpleaños XXL


Spring St, NYC, 2008

Cuando subíamos en el ascensor, B.B. (de madre china y padre negro) me dijo: aléjate de mi en cuanto entremos al apartamento, lo siento, iba a estar contigo pero tengo negocios, tengo una hija que mantener, tío lo siento, yo voy a vender cocaína y me pueden joder estos negros, ellos tienen el monopolio de la mierda esta noche, lo mejor será que te alejes de mí. En realidad, esto es una traducción posible de lo que entendí o pude entender, porque en realidad no entendí nada, fue luego cuando sus palabras tomaron sentido. Al entrar al apartamento B.B. desapareció. Me quedé solo en medio de una orgía formada por negros musculosos con camisetas ceñidas, con sus trenzas enceradas y sus pollas enfundas en pantalones ceñidos, y muchas tías negras despatarradas, semidesnudas; algunas de rodillas ofreciendo sus vulvas por un puñado de dólares. El espectáculo era tan hard que casi no puede ni beberme la primera y única cerveza de toda la noche.

M.D. cumplía 21 y me había invitado a una fiesta en Manhattan, me llegó la dirección exacta unas horas antes, porque creo que era ilegal o porque lo querían hacer más interesante. Y allí estaba él, pletórico, con sus 21 recién cumplidos, en medio de un circulo de machos afroamericanos, gruñendo, golpeando el puño de la mano derecha contra la palma de la izquierda: smash, smash! (¡a follar, a follar!). M.D. se jactaba de haberse follado ya a dos tías esa tarde y les enseñaba las fotos que las había hecho con su teléfono móvil, en una de ellas se veía en primer plano su dedo anular penetrando un culo gordo y monstruoso; se emocionó con las fotos y con el momento y comenzó a gritar: negras para todos, pago yo. Las putas que se contoneaban lascivas en derredor, con sus coños dilatados y sus cuerpos bañados en destellos de purpurina esperaban ansiosas. M.D. me estrechó la mano de una forma un tanto fría pero al instante, justo después de recordar que yo era su jefe, me estrujó contra su pecho y yo sentí como si me hubiese estrellado contra un acantilado, hasta me zumbó un poco el oído.

En una esquina oscura, J. estaba montando a un tía que tenía el pelo teñido de naranja, creo que era la más vieja de todas, tenía un diente de oro que relucía en la penumbra; ella le estrujaba los huevos a la vez que se retorcía como una anguila, y él la intentaba penetrar con presura, como si aquello fuese un rodeo. Al principio me sentí incómodo y avergonzado, temeroso de que me tomasen por un mirón, pero al rato me concentré en la escena. Eran dos máquinas articulas moviéndose de forma repetitiva, podía ser un hombre follándose a una cabra o un orangután montando a una morsa. Me había metido un par de rayas y me flipé al momento: la cabra se hacía morsa y el hombre orangután pero conservando su cabeza de hombre, y de repente se transformaba en cabra conservando su sexo de hombre. Y de pronto todo volvió a ser racional y vi las masas de carne estúpida de dos cuerpos que se perdían en un rincón oscuro y el sexo, que hasta entonces había sido un impulso eléctrico que me subía desde los cojones hasta el esófago, dejaba de tener sentido, y la raza humana dejaba de ser algo digno de proteger y muchas cosas más que me venían a la cabeza, seguro que por el efecto de las drogas.

B.B. no paraba de hacer amigos y de abrir negocio y a mi me daba miedo acercarme y hablarle. Se aproximó él, me dio algo y desapareció.

Nadie quería hablar conmigo, yo tampoco iba a entender a nadie. Era el único blanco de toda la fiesta. Al cabo de un rato vomité y me fui. Cuando bajaba por la segunda avenida vi a un tipo que me recordó a mí mismo. Estaba casi amaneciendo y él caminaba enfundado en una gabardina gris, sin nada por debajo, con zapatos negros y las canillas al aire y los calcetines apenas le cubrían los tobillos. En su cara vi la frustración y el fracaso de existir en ese preciso instante, en este planeta, en ese momento de la vida, de la historia humana. Me metí todo lo que me quedaba del regalo de B.B. y me quedé mirando fijamente al exhibicionista: vas buscando niñas a estas horas, tarado, y acabarás arruinado entre prostitutas viejas que no ya no se escandalizan por nada. Llegaron dos tíos enormes, creo que le estaban siguiendo, le tiraron al suelo y le golpearon, le llamaron maricón y le mearon encima.

Llegué a mi casa cuando estaba amaneciendo, compré un panetone italiano para celebrar el cumpleaños de M.D. y porque tenía un poco de hambre. Me acordé de las navidades del 2006, creo que por el panetone, y de no entendí porque las cosas se desarrollan como se desarrollan. Me metí en la cama y no me podía dormir y empecé a imaginarme dónde estaría el próximo año en navidades, en la pampa o en la luna. Qué más da, pensé, seguro que J. ya ha eyaculado tres o cuatro veces, el exhibicionista estará caminando dolorido a casa y, en realidad, nada ha cambiado, nada vale para nada. Después creo que me dormí.

martes, 19 de febrero de 2008

Diario de Pitágoras,


Putas T. Ellis, NYC, 2008

En un solo día puedes ver: Un CHINACo travelo que me seduce y me eleva la tensión arterial hasta quererlo matar, un montón de cigarrillos a medio fumar apagados en el vientre de acero desparramado de un mendigo muerto en la plataforma Uptown de la F V o N o yo que sé si con estas escenas tan trágicas no puedo pensar ni dónde estoy, una calle estrecha con olor a fritanga y a perro muerto sin aceite que quemar y sin perro que enterrar no hay nada en realidad pero huele y huele y huele y me revuelvo y vomito a cada lado (varias veces), un montón de ojos de cordero degollado que van al matadero a las 7.35 en la línea G y una par de asesinos en serie por vagón, un restaurante vegetariano para el lunch y Vincen Gallo posando de mala gana que se estremece al verme, una pandilla de críos malos en mi supermercado dominicano vendiendo teléfonos móviles y yo para qué quiero uno nuevo: ten un dólar y te pierdes por ahí niño cabrón pero el que me perdí fui yo entre amenazas y meadas, un menú cien por cien animal y un paquete de BaliShag, una conferencia sobre poesía hoy en día de un polla muy gorda en vinagre con gafas de pasta y un poeta rastreado en black and white con tendencia a cicatrizar y a coserse cráneo con hilo color miel que se quita la chaqueta y sólo le queda una camisa tatuada a la piel, una monja remilgada con las cejas depiladas y con tanga y a lo loco y me masturbo con Jesús o con el Chucho mejicano tatuado en sus dos manos, un libro de Henry Miller abandonado y una chica perdida y una metáfora de mi aliento entre sus dientes. Ven a verme,

ven

a

verme.

Mi

última

esperanza

blanca.

martes, 29 de enero de 2008

Happiness


St.Mark St. NYC, 2008

Entré al herbolario en busca de esas pastillas de la felicidad que publicitaban unos carteles multicolores en los vagones del metro.
- Me da usted dos cajas de pastillas de la felicidad y me dice qué pasa si me las tomo todas de una vez- pregunté a la dependienta.
- Oye mi tigre, que no es pa tomalas todas a la vez -me respondió la dependienta dominicana.
- Bueno, eso es asunto mío -le dije sonriente-, sólo quiero que me diga que efectos secundarios tienen, porque ¿es un medicamento o sólo una especie de placebo?
Es que yo soy un nuevo nihilista neoyorquino y las necesito todas a la vez, pensé.
- Mira lo más que te va a pasar, mi tigre, es que te entre una diarrea grande, pelo no son pa tomalas a la vez que luego…
- Que luego qué -le interrumpí.
- Que luego nada, que son malas pal el etómago, vamos que te vas a cagar -y soltó una carcajada de bruja mala.

Estoy sentado en el WC, esperando sus efectos secundarios y leyendo poesía. Al parecer las pastillas funcionan, estoy perfectamente. Perfectamente feliz.

lunes, 28 de enero de 2008

Franklin Station


Untitled, Brooklyn, 2008

Franklin es un gran mentiroso, se ha pasado la vida inventando historias vividas en primera persona que jamás le tuvieron a él como personaje principal, tal vez como secundario, como testigo presencial o ni eso. Porque Franklin siempre está leyendo algún libro de aventuras mientras espera que un dólar le caiga del cielo.
A Franklin le das un dólar y te cuenta: si una bala entrase por la sien izquierda de mi cabeza no llegaría hasta la derecha, porque se diluiría en el medio de mi cerebro en medio de tanta imaginación acumulada. Después canta: no le tengo miedo a las balas si son de plomo, sólo si tú disparas, Mary Jane, oh Mary Jane, sólo si tú disparas y me matas Mary Jane, con tus balas de plata Mary Jane.

La bachata nació en NYC y después fue aceptada en República Dominicana, al principio no caló demasiado porque era irreverente, o eso dice Franklin; las canciones consisten en historias de desamor cantadas en primera persona por un memo dolido porque le han robado la novia o porque ella se ha ido con otro voluntariamente cansada de escuchar sus lamentos; vamos, podríamos decir que, salvando las distancias de ritmo y distorsión, un poco así como las letras de J para Los Planetas.

Si queréis que Franklin os cuente una historia le encontraréis entre el taller y la licorería en Bedford Ave. Le tenéis que dejar propina. Yo le di cinco dólares a Franklin para que se tomase una botellita de Wishky.

sábado, 26 de enero de 2008

Testigo de Jehoback'


Jesus oh yeah!, London, 2006

Darío Dox, llega de America del Sur, no recuerda de dónde, y trabaja para una compañía constructora, lo conocí por casualidad porque fue el último en abandonar la obra de remodelación del edificio donde trabajo. Él se encargó, la ultima semana de obras, de: pintar la oficina de blanco trazando cruces de una forma irregular pero metódica, instalar las lucecitas en las señales de EXIT, desatrancar el retrete del servicio de señoras tres días consecutivos, instalar las cámaras de seguridad y llevarse a casa todas las herramientas que habían olvidado los electricistas, pintores, fontaneros y albañiles. Según él, todos los trabajos realizados esa última semana eran el reflejo de los siete designios de Dios, que se habían reflejado en esa semana al igual que se reflejan en todas las cosas, tanto pequeñas como grades. Empezamos a hablar porque el creyó ver en mí un enviado o algo así; no sé, pero todo el día se estaba descojonando conmigo.

Y como hasta ahora no tengo amigos, y estoy haciendo un documental sobre fenómenos paranormales en NYC, ando por ahí predicando con este perturbado mental. El sábado pasado fui a predicar con él a Jamacica, en Queens; él me dice lo que tengo que contar, el mensaje de Jesús que he de ser transmitido, y yo lo visto con mis palabras para darlo gradiosidad y elocuencia. Sobre todo, elocuencia. Tendríais que ver como pican; ya llevo vendidas 16 biblias y algún DVD de películas sobre dios y el diablo (me llevo 4$ por biblia y 2$ por DVD, el negocio son las biblias, el DVD se vende mejor pero te deja menos comisión).

Enseguida perdí la vergüenza (además, cuento con bastante experiencia en telemarketing) y el miedo, porque en este timo el único que puede salir perjudicado y lleva todas las de perder, e incluso ir a corte, es el timado; si te amenaza puedes demandarlo por ofender a tu derecho a la libertad religiosa o a la libre religión o la religión con libertad o a lo que sea. Hay un abogado que se encarga de todo el papeleo en la organización y que saliva odio, hambriento de una nueva demanda contra algún pobre hombre con un Satanás inside.

Pero además es que no les hace falta el abogado, están locos, completamente locos. A su cuñado, que predicó un tiempo en Los Ángeles, le echaron a patadas de una urbanización y se pasó casi un mes tirándose al morro de los coches de todos los que vivían allí para que le atropellasen, hasta que uno le atropelló y le indemnizaron.

Conocí a este sujeto en casa de Darío, yo iba con la intención de preguntarle sobre lo de la hazaña en LA para que entrase en detalles, pero no me atreví; se presentó con un collarín y un brazo escayolado, al parecer lo de aquella urbanización le había abierto las puertas a indemnizaciones suculentas a cambio de algunas lesiones corporales.

Estuvimos hablando de sus experiencias en México D.F. con los chupacabras. Fue ameno.

Actualización: si queréis la Pasión de Cristo, La última tentación de Cristo o Entrevista con el Vampiro (las demás son de cine de autor y cuesta entenderlas), pues son 16$ más gastos de envío, y de regalo un boletín de lo que antes, y en España, se publica como Atalaya o Atalanta o algo así).

jueves, 24 de enero de 2008

The Chelsea Hotel


32 ºF at Chelsea Hotel, NYC, 2008

Cuando Heath Ledger salía de su apartamento en Soho con las punteras para arriba, yo entraba en el cine que está al lado del Chelsea Hotel (se ha convertido en mi cine favorito, lo prefiero a esas otras salas cool donde cada cinco minutos te molesta el ruido de los trenes del metro, o huele a hipster que tira para atrás). Allí estaba la señora Margarita, que es mi personaje favorito de todos los que he conocido en Nueva York, y que todavía no sé si trabaja en la cafetería, si es la señora de la limpieza o es la proyeccionista (puede que sea las tres cosas a la vez, Margarita puede hacerlo todo porque todo lo sabe), ella me recomienda restaurantes, lugares secretos o difíciles de encontrar o que ni existen ni jamás existirán. Ella me contó lo de la muerte del actor australiano. A esa misma hora el conejo de la novia de Mickey moría de un infarto al corazón, había estado comiendo muchas golosinas últimamente. Minutos antes de la muerte del conejito, Lee esperaba con su digital camera a que el cuerpo de Heath Leger abandonase su carísimo apartamento en Soho, para tomar unas cuantas fotos; pero una serie de comentarios morbosos de la muchedumbre le hicieron abandonar el lugar, entre lágrimas e indignación se fue a casa sin ninguna foto del cadáver o, al menos, de su funda. Hoy Mickey le preguntaba a Lee que dónde podía comprar una de esas cosas para cavar en la tierra y si se necesitaba alguna licencia especial para enterrar conejos en Central Park.
Margarita me decía que nuestro problema es que pensamos que no nos vamos a morir nunca y eso es lo que nos lleva a perder el tiempo haciendo cosas estúpidas o a cometer estupideces como suicidarse y otras vainas similares.

miércoles, 23 de enero de 2008

El perro del hortelano


NYC Subway, NYC, 2008

Tren.
Si tomas el E train a entre las 7 y las 8 de la mañana te puedes encontrar en cada vagón un par de homeless negros enfundados en sus atuendos oscuros acurrucados en las esquinas, son los nuevos monjes de una nueva década que en la que ya no nos dedicamos al estudio y a la devoción sino a todo lo contrario; enfundados en sus hábitos hediondos, encapuchados para ocultar su mirada y su embriaguez, viven enclaustrados en el metro. Hoy he tomado el E train a las once de la noche.

Si tomas el E train a las once de la noche te encuentras en cada vagón un par de homeless negros enfundados en su miseria, etc. Se pasan la vida allí. Estúpido de mí que pensaba que sólo era por las mañanas.

Andén.
Si hubieses tomado hoy en la green line el tren 6, sobre las once de la noche, a la altura de la calle 23, hubieseis visto a un cerdo grandote, greñudo y mal oliente que, con las piernas un poco arqueadas, y sin bajarse sus pantalones vaqueros Levis 501, se cagaba en la mano y después, con toda la naturalidad del mundo, echaba los excrementos en una papelera. Yo pasaba por allí y el olor casi me hace vomitar. El culo se lo limpió con uno de esos periódicos gratuitos que reparten por las mañanas, que no valen… para casi nada, y después se paseó por el andén con esa misma mano extendida, pidiendo limosna. De la otra mano le colgaba una cadenita brillante, como esas que cuelgan de las cisternas de algunos retretes, que sostenía y balanceaba como si de un látigo se tratase. Metáforas y más metáforas, esta ciudad está llena de metáforas.

Faquir.
Quiero que veáis al faquir. Sale de uno de esos cuartuchos que tiene el metro de Nueva York cada seis o siete vagones, reservado al empleado que se dedica a abrir y cerrar las puertas de los vagones del metro, y se atraviesa la lengua con una aguja de las que usan las abuelas y las menopáusicas para hacer punto de cruz; lo hace lentamente y con lascivia. ¡No es un truco, es un faquir! le dice la madre a la hija.

Tintín.
El perro llevaba uno de esos collarines de plástico transparente en forma de embudo que les ponen a los perros ricos en las clínicas veterinarias del Upper West Side cuando van a revisión. El perrito era blanco, como el Milú de Tintín, y en su cara sólo se distinguían dos botoncitos negros, inquietos, que lo miraban todo con atención. El dueño lo sostenía entre sus brazos y lo miraba mostrando una expresión de entre ternura y asco; era el fiel retrato de una macarena metrosexual. Y ninguno de los que contemplábamos esta estampa divina pudimos evitar que el perro se cagase encima del dueño.

domingo, 20 de enero de 2008

Meteorología:


Subway Inside, Brooklyn, 2008

Domingo frío y despejado, con la línea de metro G (la G line) en obras, parada y desangelada, me espera una caminata hasta la línea azul. Miro por la ventana y pasea capucha enfundada en negro con perro de raza peligrosa atado a un collar de cuero del que tira la rabia y el miedo.

sábado, 19 de enero de 2008

Mail a mi poetisa favorita.


Untitled, Portobello, London, 2007

La felicidad pura consiste en un estado de ánimo en el que no existen necesidades. Líbrate de cualquier tipo de necesidad y alcanzarás la felicidad más pura, como el agua pura. Claro, que muchos prefieren el agua azucarada o el agua avinagrada (los más perversos), ahí es donde comienzan todos los problemas.
Hoy he tomado café con leche, un yogurt sabor latino, un bombón de tofe y leche, un caramelo mentolado, una loncha de jamón de york, un chusquito de pan duro y un pepinillo gordo.
Me he fumado un porro y me he hecho una paja. Ahora no tengo necesidad alguna de nada. Voy leer un rato la Biblia de los testigos de 'Jehoback' y después me iré al cine a ver la última de los Cohen.

viernes, 18 de enero de 2008

Brooklyn Bridge


Señora en Brooklyn Bridge, NYC, 2008

Brooklyn Bridge es el gran coño altísimo y alargado del que nace Manhattan. Al pisar Manhattan, saliendo del gran coño colgante, ves como desaparece Brooklyn, el otro hijo de Nueva York, e intuyes que nació del otro agujero, del de la parte de atrás.

Luces de colores,


foto: Francesco Fantini/Luis M. Pla

«Mientras más cultiva el hombre las artes, menos se empalma».
H. Miller