jueves, 24 de enero de 2008

The Chelsea Hotel


32 ºF at Chelsea Hotel, NYC, 2008

Cuando Heath Ledger salía de su apartamento en Soho con las punteras para arriba, yo entraba en el cine que está al lado del Chelsea Hotel (se ha convertido en mi cine favorito, lo prefiero a esas otras salas cool donde cada cinco minutos te molesta el ruido de los trenes del metro, o huele a hipster que tira para atrás). Allí estaba la señora Margarita, que es mi personaje favorito de todos los que he conocido en Nueva York, y que todavía no sé si trabaja en la cafetería, si es la señora de la limpieza o es la proyeccionista (puede que sea las tres cosas a la vez, Margarita puede hacerlo todo porque todo lo sabe), ella me recomienda restaurantes, lugares secretos o difíciles de encontrar o que ni existen ni jamás existirán. Ella me contó lo de la muerte del actor australiano. A esa misma hora el conejo de la novia de Mickey moría de un infarto al corazón, había estado comiendo muchas golosinas últimamente. Minutos antes de la muerte del conejito, Lee esperaba con su digital camera a que el cuerpo de Heath Leger abandonase su carísimo apartamento en Soho, para tomar unas cuantas fotos; pero una serie de comentarios morbosos de la muchedumbre le hicieron abandonar el lugar, entre lágrimas e indignación se fue a casa sin ninguna foto del cadáver o, al menos, de su funda. Hoy Mickey le preguntaba a Lee que dónde podía comprar una de esas cosas para cavar en la tierra y si se necesitaba alguna licencia especial para enterrar conejos en Central Park.
Margarita me decía que nuestro problema es que pensamos que no nos vamos a morir nunca y eso es lo que nos lleva a perder el tiempo haciendo cosas estúpidas o a cometer estupideces como suicidarse y otras vainas similares.

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