domingo, 16 de marzo de 2008

Williamsburg, Lee y la princesa japonesa


Graffiti pared de Bagel Shop, Bedford Ave, Brooklyn 2008

Cuando bajas en Bedford Station has de estar preparado para entrar en Williamsburg; emerge ese sentimiento extraño de yo ya he estado aquí en mis fantasías adolescentes o esto es un Old Street londinense modificado genéticamente.

Apareció Lee, a las cinco y cuarto, puntual, y me dio el preámbulo a las instrucciones para disfrutar allí: el decálogo perfecto para una modernidad perenne se resume en un solo mandamiento que no tiene un enunciado concreto, porque aquí no hay filósofos ni artistas verdaderos, no somos capaces de hacer nada verdadero, no somos capaces de concretar; todo es pose, por eso se me ocurre, por ejemplo: ser lo suficientemente ñoño y arti para juntar tus desgracias y hacerlas POP; así no te pasará nada, te podrá atropellar un coche y sólo sufrirás el mismo dolor que un rugido de trompeta en tu tímpano derecho, quedando indemne el izquierdo. No entendí lo que me quería decir Lee, me dio igual, sugerí tomar una cerveza.

Los testículos, que bailan libres dentro del escroto, necesitan estar a una temperatura más fría que la temperatura dentro del cuerpo, esto ayuda a que los testículos fabriquen esperma. Los skinny jeans apretaban la polla y el escroto de Lee impidiendo el albedrío libre de su miembro y la posible fabricación de engendros. Pero Lee no iba a tener hijos, ellos no pueden concebir. Su mirada se dirigió a un cowboy mulato que entraba en una taberna irlandesa.

Entramos en la taberna, detrás del culo del cowboy. Allí, un hispano rapeaba al ritmo que marcaba un Macquintos plateado que descansaba en un taburete de madera carcomido; un sonido enlatado y previsible se mezclaba con un olor rancio a madera vieja y alcohol. Las rimas eran fáciles y profundas: me venden humo, me dan publicidad, no dicen la verdad.

Lee me miró buscando mi complicidad y lanzó sus ojos hacia los muslos de una japonesa gorda, emperifollada con ropas renacentistas que dejaban sus muslos al aire. Lee me contó que desde que su vida sexual empezó, con doce años, ya había completado el circulo natural varias veces, ahora sólo le atraían estampas exóticas o bizarras, y una japonesa gorda no se veía a menudo.

Me pedí la tercera cerveza. Empezaba a estar un poco borracho. Volví a mirar a la japonesa retro. Lee se fue al baño y ella le siguió. De súbito me venían imágenes en flash a la cabeza, una gran masa de carne cubría a Lee y le asfixiaba y le absorbía. Me los imaginé follando y decidí que era una perversión imposible. Pasó el cowboy negro por delante de mí, también se dirigió al baño. Pasaban los minutos y Lee no volvía. Ninguno de los tres volvía. Pedí otra cerveza.

1 comentario:

Rotoreliefs dijo...

Felicidades, sin saberlo te acabas de convertir en el Holden Caulfield del nuevo milenio. Si consigues contar de carrerilla lo que te pase en un par de días quizá consigas que peguen un tiro a McCain o a Thom Yorke este agosto.
Speed Immortalization: http://www.youtube.com/watch?v=QjcHhjt6bYo