domingo, 4 de mayo de 2008

De Niños a putas en la 14


Graffiti hombre B&N, Alfabet City, NYC, 2008

Los acontecimientos se desarrollan un sábado por la tarde en Union Square, justo a lado de la boca de metro de la calle 14; la salida que da a las puertas del gran Whole Food Markek. Dentro del supermercado venden comida orgánica y otros bulos alimenticios y fuera, carne manida, dañada y experta; carne de alquiler. Llega un hombrecillo de unos cincuenta años, con el pelo rubio y desaliñado, no mide más de un metro y sesenta, le cuelgan dos largos brazos como toboganes afilados que se mueven lentos y con la precisión de dos guadañas. Se para y mira fijamente a un man dominicano fortachón que siempre está allí como esperando a alguien, fumando cigarrillos sin cesar y moviendo los pies al ritmo de un extraña sinfonía maldita que nace de sus auriculares color fucsia. Cuando las miradas del rubio enclenque y del man dominicano se cruzan, nace una conversación de gestos y mensajes en clave que terminan en un apretón de manos y varios billetes de cincuenta entre sus palmas; el hombrecillo los entrega y el man se los lleva. Aparece, como por arte de magia, un chico rubio anoréxico que tiene los dientes podridos y la cara llena de cicatrices; nada sonríe en el rostro del adolescente, demacrado y gris, en el que se pueden leer ya, a pesar de su corta edad, más de mil batallas perdidas. El man se guarda los billetes en el bolsillo de su chaqueta y se enciende otro cigarrillo.

Al cabo de media hora vuelve el hombrecillo. Lleva una cámara de fotos con objetivo gran agular, colgada del cuello. Ahora calza unas botas de agua verdes, salpicadas de barro y pintura o sangre. Vuelve a estrechar la mano al man dominicano. Esta vez, y de nuevo, como por arte de magia, aparece una chica muy alta y muy delgada, con una larga melena rubia y que esconde su dulce y afilado rostro tras unas grandes gafas Channel con montura dorada y cristales oscuros como la muerte. El hombrecillo actúa con presura. Camina rápido, le sigue la chica rubia con cuerpo de modelo de pasarela, se cogen de la mano y él aviva el ritmo. La singular pareja se mueve con prisa sorteando a los muchos viandantes que a esa hora de la tarde se entrecruzan y se chocan los unos con los otros, por las prisas y la desorientación que reina en esta gran ciudad de calles paralelas y perpendiculares tan rectas que resulta incomprensible que generen tanta confusión. Al llegar a un semáforo en rojo se detienen, la chica se agacha para besarle en la mejilla y él no se inmuta. Dejan de pasar coches y él tira fuerte del brazo de la chica. Un coche tiene que frenar para evitar atropellarlos. Andan unos siete bloques y giran hacia Down Twon. Se detienen en el primer edificio de A Avenue. El hombrecillo saca unas llaves y las agita nervioso buscando la que corresponde a la cerradura de una puerta de metal llena de pegatinas y decorada con pintadas de graffitis y brochazos violentos. Es uno de los muchos apartamentos diminutos de Alfabet City. En la calle de enfrente hay un banco de madera. Me quedo allí sentado un buen rato y me lío un cigarrillo. En el tercer piso hay una ventana abierta de la que sale una luz tenue y, de vez en cuando, destella la luz del flash de una cámara de fotos. Se me pasan millones de cosas macabras por la cabeza que me llegan a aturdir: serruchos, mordazas, cadenas y grilletes. Al final, me tranquilizo pensando en algo más vulgar: en flashes, carretes, negativos y grandes angulares; en algo más práctico y coloquial: qué intentará hacer ese pobre hombrecillo con un gran angular en un cuarto tan pequeño.

Alguien cierra la ventana, y se apagan las luces. Suena mi móvil y, antes de responder, me doy cuenta de que yo estaba en la catorce porque había quedado con J.M., que es fotógrafo y vivió unos años en Alfabet City. Vuelvo hacia Union Square y pienso en la chica rubia, en el adolescente flacucho, en si el man seguirá allí parado… y que, quizás, J.M. me puede aclarar algo sobre lo del gran angular en esa pequeña habitación .


1 comentario:

el hijo de la fernanda dijo...

Un buen relato, preciso en la descripciones, con muy buenas imágenes, con tu habitual habilidad de "voyeur" urbano, y, por supuesto, con la omnipresente mano de pintura desencantada e irónica marca de la casa. Muy bien, man. Tienes mirada, mucha más que muchos publicados. Sin peloteos.